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Las grandes colecciones de ceras anatómicas, la gran producción de ceroplastias
Estos modelos anatómicos de cera, o ceroplastias, resultaron una innovación de tal calibre que en 1775 el propio Napoleón encargó en Florencia (otro centro ceroplástico importantísimo, desarrollado por los artistas de Bolonia) hasta 45 cajas de reproducciones anatómicas en cera para que llegasen a la Universidad de París, aunque por avatares del destino, terminaron en Montpellier, donde aún hoy son visitables.
En 1781 el emperador Jose II de Austria hace un encargo al taller Boloñés de 1.200 piezas para la Escuela de Medicina Militar de Viena, se exportaron también grupos completos a Londres, Uppsala, Leiden… El propio Museo de la Specola de Florencia tiene actualmente catalogadas 1400 piezas de las cuales, 26 son cuerpos completos, esta colección es un verdadero tratado tridimensional de anatomía en el que cada modelado en cera está acompañado de una representación gráfica con descripciones prolijas de las partes que componen el miembro retratado.
La voluntad artística de estas composiciones, realizadas para satisfacer tanto el objetivo didáctico como el sentido estético del visitante es una de sus características más turbadoras, intrigantes y difíciles de comprender a día de hoy.
Los miembros u órganos se disponían en espléndidas vitrinas o lujosos fanales realizados en maderas nobles, con decoraciones en latones dorados, sedas y tejidos ricos, que los pueden llegar a asemejar a los ostensorios y relicarios cristianos custodiados en las iglesias italianas. Las universidades, los gabinetes científicos, se erigían a sí mismos como templos de los nuevos valores, del saber y el conocimiento, y adoptaban el boato del poder que hasta este entonces había marcado qué materias y qué certezas debían ser estudiadas y veneradas.
Ciencia y arte. Venus y Adonis. Espiritualidad y víscera
El gran impacto emotivo de estas esculturas en cera llegaba cuando era la figura humana al completo la que protagonizaba la composición.
Los anatómicos diseccionaban los cuerpos y los disponían en las posturas más idóneas para su estudio, aunque en ocasiones tuvieran que hacer alguna concesión a la estética. De esta idea nace el concepto de la Venus anatómica, de la que el primer y principal exponente es la Venere dei Medici (Venus de los médicos, visitable en la Specola de Florencia) es una figura femenina yacente, perfectamente anatomizada, con postizos de vello y cabello, descomponible en varias capas hasta llegar al estrato inferior, en el que un diminuto feto está formándose en su útero.
Se fija aquí el arquetipo de una Venus semidormida, o tal vez muerta, aderezada con hilos de perlas, que yace sobre almohadones de seda. El papel pasivo, seductor, frágil e intrigante de esta figura, tal vez inspirada en los modelos berninianos de los éxtasis (como la escultura de la Beata Ludovica Albertoni), causó tal impacto que fue un modelo repetido hasta la saciedad, en algunos ejemplos, se cruza descaradamente la línea de lo científico o lo pudoroso y parecen casi víctimas de un ataque de Jack el Destripador.
Por el contrario, las figuras masculinas, los “desollados” como se conocen habitualmente, toman poses mucho más potentes, de fuerza contenida, de potencia amansada por el raciocinio, de hecho, en algunas listas y catálogos aparecen mencionados como “Adonis” o “Sansones”, estos ejemplos, han sobrevivido en menor número, sobre todo entre las colecciones más pequeñas o discretas, ya que por razones obvias resultaban un elemento menos atractivo para los coleccionistas privados.
Entendemos que, dadas las dificultades que entrañaba la práctica de la disección del natural, se hiciera imprescindible en toda colección médica estas reproducciones de tan alto valor artístico, pero podemos imaginar también el alto precio que debía pedirse por ellas y los tiempos de espera que los talleres debían manejar, por mucho que en ocasiones utilizasen moldes para acelerar la producción.
Artesanía y producción seriada. El niño diseccionado de Sevilla, y de Valladolid, y de Tolouse…
Ante la enorme demanda, aparecen los primeros talleres ajenos a las instituciones, las primeras fábricas que como tal operaron en el diseño y fabricación de infinidad de modelos anatómicos en los más variados materiales, ya que para acelerar la producción y abaratar costes, se comenzaron a hacer modelos anatómicos también en papel maché, madera barnizada, madera policromada, etc, mucho más sumarios en su representación del original y más abstractos en sus formas, diseñados expresamente para permitir ser manipulados con mayores garantías que los de cera, mucho más frágiles que los de madera por ejemplo.
Nace entonces la diferenciación entre la anatomía, la anatomía artificial y la anatomía clástica, tal y como discierne Julián Gómez Sánchez, que en su tratado de anatomía humana editado en Madrid en 1896, señala curiosamente en su apartado “medios auxiliares para estudiar la ciencia” que “todos los medios auxiliares deben reducirse a los siguientes: maestros, libros, anatomía artificial, anatomía clástica y el análisis anatómico”, es curiosos el orden en que sitúa los elementos, tal vez no por importancia sino por su accesibilidad por parte de los estudiantes.
Entre los afamados fabricantes que se expandieron por toda Europa en los S.XVIII y XIX, destacan, Louis Jerome Auzoux (1797-1880), (famoso por sus hombres y caballos clásticos desmontables en papel maché), cuya fábrica estuvo operativa en París por más de un siglo, Carl Robert Brendel (Alemania, 1821-1898) especializado en reproducciones animales y botánicas, o la casa Deyrolle, de Bruselas (1845-1905) también especialistas en la reproducción botánica en cera.
Pero la casa comercial que finalmente desbancaría a los talleres italianos tradicionales y se erigiría como principal productora de modelos en cera, sería la casa Vasseur- Tramond de París, ( 1870 – 1920) que estaba situada junto al teatro anatómico de la escuela de medicina, lo que le permitió tener acceso a huesos reales que solía incluir en sus composiciones, y a especialistas en disección que sin duda les auxiliaron en su producción artística (merecedora de numerosos premios en distintas exposiciones internacionales), característica por el uso de alfileres de entomología en sus piezas, así como etiquetas bien visibles con el nombre del fabricante y piezas de tela envolviendo parcialmente las figuras.
De esta casa precisamente, es casi con total seguridad el niño de la colección de la Universidad de Sevilla, idéntico a otro en la enorme colección de la Universidad de Valladolid (una de las principales colecciones de este fabricante, con cerca de 114 elementos conservados, compradas a lo largo de dos décadas), y hemos localizado también otro ejemplar del mismo modelo en los fondos de la facultad de medicina de Toulouse-Rangueil.
Atracción y repulsión en el tratamiento de la anatomía
No me resisto a mencionar en este batiburrillo de fechas y nombres que la afamada colección de figuras de cera de Madame Tussaud, tiene su origen en esta época y en esta técnica. La joven Marie Tussaud aprende el modelado en cera de Philippe Curtius, anatomista escultor en cera para el que la madre de la citada Tussaud era ama de llaves (y al que la joven Marie llamaba “tio”, dejemos volar la imaginación, pensemos mal y seguramente acertaremos) y de quien hereda en 1794 la colección de modelos anatómicos de su predecesor, que expuso junto a nuevas piezas de retratística realizadas por ella misma al poco tiempo.
Esta mezcla de ideas (anatomía y retratisitica) y producciones artísticas fue el germen de una de las mayores colecciones de modelado en cera del mundo, activa hasta hoy en día, aunque con fines bien distintos a los de sus piezas iniciales. Esa transformación de principios y motivaciones vivida por la colección de Curtius-Tussoud nos viene al pelo para adentrarnos en la deriva que con el tiempo fueron teniendo estas colecciones.
Desde nuestro punto de vista estas esculturas son ciertamente perturbadoras e intrigantes a la vez que muy desconocidas para el gran público, pero es inevitable preguntarse: ¿siempre lo fueron?.
Entre las colecciones universitarias más destacables de España (hay varias, algunas realmente importantes) podemos mencionar la Colección Museo Javier Puerta de la Universidad Complutense de Madrid. Destaca entre sus piezas de finales del S.XVIII la impresionante y compleja parturienta, realizada por Juan Cháez y Luigi Franceschi en 1787 a partir de moldes tomados de una mujer fallecida en el último mes de embarazo.
El dramatismo social de las corrientes artísticas realistas coetáneas impregnan una pieza que retrata fielmente a un cadáver de mujer semicaído sobre una silla tapizada, al que se ha abierto en canal el vientre, dejando al descubierto el cuerpo indefenso de un bebé a término plenamente formado, que ha corrido indudablemente la misma suerte que la madre.
En esta pieza, el dramatismo, el naturalismo, la perfección de factura y el interés científico conviven en una pieza de la que sabemos por testimonios contemporáneos, que en ocasiones provocaba desmayos entre los numerosos observadores que, como si de una atracción de feria se tratase, acudían a visitar incluso si no formaban parte de la comunidad universitaria.