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La corta pervivencia de un empeño personal y la traición a un ideario de ayuda
En el testamento de Catalina- que redactó en 1503, dos años antes de morir-, se fijan unas donaciones anuales al Hospital:
“e para la sustentación de las dichas pobres enfermas, mando que se den e paguen cada un año de mis bienes e rentas, para siempre jamás, doscientos mil maravedís”
En el testamento, también fija su interés en ciertas trazas de la capilla que se había de construir, hace hincapié en la importancia de las zonas que debían funcionar como una clausura para las mujeres en él hospedadas, insiste en el hecho de que estaba prohibida la atención médica a hombres en sus salas (salvo al párroco que atendía las necesidades espirituales del centro) y la importancia de la formación de las internas para asegurarles un futuro y alejarlas de las penurias propias del momento.
Esta vocación profundamente social volcada en las mujeres fue una realidad inmutable hasta la muerte de Catalina en 1505. Los siguientes patronos del ya consolidado Hospital de las 5 llagas, poco a poco van olvidando el motor social y femenino de su fundadora, de manera que en 1524 reclaman de Clemente VII una bula que ampliaba la misión del Hospital, permitiendo también la admisión de hombres pobres. Los espacios, ahora compartidos entre sexos son segregados y compartimentados, la vocación social de la institución se pierde, quedando relegado a una entidad sanitaria, como tantas que hubo en la ciudad.

Copia en pergamino del testamento de Catalina de Ribera, última página con firmas. Archivo Ducal de Medinaceli, Sevilla
Copia en pergamino del testamento de Catalina de Ribera, última página con firmas. Archivo Ducal de Medinaceli, Sevilla
De cómo una modesta casa de cuidados y oportunidades se transformó en uno de los edificios más importantes de Europa
Tras su muerte en 1505 su hijo Fadrique Enríquez de Ribera decidió seguir las demás indicaciones testamentarias de su madre y financiar la construcción de un nuevo edificio más grande y moderno. Este nuevo Hospital, ya planificado como espacio para la atención de ambos sexos, comenzó a construirse en 1546 en una zona más amplia, ubicada en las afueras de Sevilla, entre el camino de Carmona y la Puerta de la Macarena.
La construcción se encargó al arquitecto Martín de Gaínza, (1546-1556), quien comenzó la obra siguiendo un plan de planta rectangular con varios patios interiores amplias salas para enfermos, capillas, espacios para el personal y zonas de cultivo. Tras su fallecimiento, la dirección de las obras pasó a Hernán Ruiz II (1558-1569), uno de los arquitectos más importantes del Renacimiento español, en un ejemplo de arquitectura Renacentista europea y del desarrollo de la medicina en su tiempo. El nuevo Hospital se proyecta con capacidad para más de mil pacientes, un dato que ilustra su importancia en el panorama sanitario de la época, tanto como la importancia de la población necesitada de la capital hispalense de principios del Siglo XVI.
En estos momentos se está viviendo una verdadera revolución en la ciencia médica, pasando desde los principios de Galeno (basados en el equilibrio de los cuatro humores corporales, sangre, bilis negra, bilis amarilla y flema, como clave para explicar las enfermedades) y la teoría de las miasmas (basada en que las enfermedades eran causadas por vapores o “miasmas” tóxicos provenientes de la descomposición de materia orgánica y aguas estancadas que al ser inhalados dañaban la salud). La nueva teoría de las mismas, basada en la observación de la transmisión de algunas enfermedades, exigía que los hospitales contasen con grandes salas ventiladas, soleadas, patios con plantas medicinales para ser usadas en las boticas y para purificar el aire, alas específicas según dolencias e incluso estadios de las enfermedades… toda una revolución que debía ser inevitablemente traducida en la estructura de un hospital de nueva fundación.
El edificio consta de una planta rectangular con varios patios organizados en torno a amplias galerías y una iglesia exenta, diseñada en forma de cruz latina y ubicada en el patio central, siguiendo el modelo de integrar la atención espiritual con la sanitaria. Esta combinación de funcionalidad y monumentalidad es una característica distintiva de la arquitectura hospitalaria renacentista en Europa, así como de los intereses de sus impulsores.
Pero no sólo a nivel estético estamos hablando de un referente arquitectónico, el Hospital de las Cinco Llagas refleja influencias de la tratadística arquitectónica italiana, especialmente Filarete y Serlio, acercándose a las trazas del Ospedale Maggiore de Milán, el Hospital Real de Granada y otros ejemplos contemporáneos, destacando como uno de los ejemplos más logrados, de manera que sirvió de referencia para la construcción de otros hospitales en España y América Latina durante los siglos XVI y XVII. En particular, su organización espacial y su enfoque en la higiene y la ventilación influyeron en hospitales americanos como el Hospital de San Andrés en Lima y el Hospital de Jesús en México.
Desarrollo, decadencia y cierre definitivo de un sueño
Durante los siglos XVII y XVIII, el Hospital experimentó numerosas reformas y ampliaciones, consolidando su papel como centro de referencia en la atención a enfermedades comunes y epidémicas. Siempre como institución privada gestionada por un patronato en mano de tres ordenes religiosas, siguió atendiendo a una población sin recursos enferma, pero poco a poco empezó a enfrentar mayores dificultades económicas y estructurales, amenazando siempre el cierre por imposibilidad de sufragar unos gastos cada vez mayores.

El Hospital de las Cinco Llagas en 1688. Pier María Baldi (Biblioteca Laurenciana, Florencia)
Durante el siglo XIX, con los cambios políticos y la desamortización de Mendizábal, el Hospital comenzó a perder su carácter benéfico y su vinculación religiosa. La crisis económica y la paulatina pérdida de privilegios de la nobleza contribuyeron a su decadencia, una vez desamortizado, ocupó el puesto de Hospital general, y a pesar de sus problemas, continuó operando hasta 1972, cuando se clausuró definitivamente como centro hospitalario.
El magnífico y decadente Hospital quedó en desuso y sufrió un progresivo deterioro. Sin embargo, su valor histórico y arquitectónico llevó a su consideración como pieza patrimonial indiscutible dentro del conjunto monumental de Sevilla. En la década de 1980, comenzaron los proyectos de restauración y conservación para devolverle su esplendor original. Finalmente, en 1992, tras un proceso de restauración integral, el edificio se convirtió en la sede del Parlamento de Andalucía. Desde entonces, ha albergado las sesiones del gobierno autonómico, convirtiéndose en un símbolo tanto de la historia sevillana como del poder legislativo andaluz. A pesar de su nueva función, el edificio conserva elementos de su pasado histórico, como su estructura renacentista, sus patios y su capilla, manteniendo viva la memoria de su origen como uno de los hospitales más emblemáticos de España.
Esta victoria del edificio, la pervivencia de la estructura arquitectónica, ha dejado en el olvido una pequeña intrahistoria, un pequeño sueño, una idea valiente y moderna de una mujer tozuda y poderosa que quiso, de manera sorprendente, ayudar a otras mujeres de su tiempo, a aquellas que menos medios tenían, a salir por su propio pie y la cabeza muy alta de la situación de precariedad que el mundo les había dejado. Catalina de Ribera, a menudo olvidada en sus propios logros por ser sólo un eslabón de una cadena de poderosos hombres, nos enseña desde el Siglo XVI cómo la mirada piadosa de una mujer puede ayudar a otras mujeres.
El ojo crítico y analítico de Catalina de Ribera, desde su estado de privilegio y bienestar social supo ver las necesidades de su época, supo ver en el intrincado juego de cartas de la vida que es imprescindible tener dos comodines en la mano para sobrevivir: la salud y la educación. En JJP HOSPITALARIA sabemos que la formación de nuestros médicos está al servicio de sus pacientes, por lo que día a día nos esforzamos por dar a conocer y poner a disposición de nuestra comunidad las técnicas y los procedimientos más beneficiosos. Porque, como Catalina de Ribera sabía, todo empieza por la salud.