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Para concluir nuestra serie sobre la evolución y el impacto de las reproducciones anatómicas, en este cuarto artículo nos adentramos en los escándalos y redescubrimientos que marcaron el siglo XX.
A medida que la fascinación por las réplicas anatómicas alcanzaba su apogeo, a finales del siglo XX estas piezas adquirieron un nuevo y controvertido significado. Profesores universitarios y coleccionistas privados comenzaron a mostrar estas figuras, especialmente las Venus anatómicas, como atracciones en consultas y domicilios, reflejando una sociedad en busca de emociones intensas dentro de estrictas normas morales.
Las colecciones anatómicas se transformaron en espectáculos itinerantes, segregados por sexos para evitar turbaciones, o en visitas exclusivas para aquellos que podían permitirse el lujo. Estas exhibiciones, inicialmente académicas y científicas.
Y con el Siglo XX llegó el escándalo, y el reencuentro
Cuando parecía que la figura d la reproducción anatómica había llegado a su cénit en cuanto a negocio, distribución y reconocimiento social, en los años finales del S.XX se carga a estas piezas de un nuevo significado.
Los propios profesores universitarios (como el Dr. Soler en Barcelona) comienzan a hacer sus colecciones personales de estos artefactos entre los cuales, siempre, como piezas descollantes, aparecían las venus anatómicas, llegan incluso a mostrarlos en sus consultas y domicilios particulares, como una atracción más para una sociedad ávida de emociones fuertes, encorsetada en unas normas sociales y morales absolutamente férreas.
Las nuevas formas de comunicación cultural propias de sociedades inmersas en una industrialización en eclosión, son ideadas para un público ávido de objetos curiosos, revulsivos de emociones fuertes, pero facilitadas de manera intelectual, sin la repulsión ni la culpa asociada de obtener goce de la observación directa de un cadáver.
La colección anatómica se convierte en una suerte de freak show en ocasiones itinerante (como la colección de Joseph Chiappi, que estuvo en Barcelona expuesta antes de mudarse a EE.UU., o la de Antonio Sarti en Londres), que ofrece visitas segregadas por sexos (para evitarle a las damas la visión de los caballeros absolutamente turbados ante las Venus anatómicas seguramente), o incluso visitas en solitario, si se podía pagar la costosa entrada que requerían (como en la colección del Dr. Joseph Kahn, imaginemos el escándalo que esto debió suscitar), poco a poco, estas muestras de torsos femeninos eventrados, de pormenores de partos malogrados, así como reproducciones de fetos malformados fueron enturbiando la imagen y el origen académico y científico de estas piezas, que fueron cargándose de mala reputación, de significados relativos al mal gusto, al erotismo más perverso, por lo que fueron abandonándose, llegando a eliminarse de las salas de exposiciones de las instituciones que las exhibían orgullosas desde hacía siglos. Sin ir más lejos, la Specola de Florencia las ocultó en los almacenes del sótano en 1940, donde comenzaron un lento proceso de deterioro, tan sólo 47 años después del último pago realizado al ceroplasta Egidio Tortoli, encargado de su conservación y cuidado.
Sin embargo, también debemos reflexionar sobre el hecho de que en los últimos años están viendo la luz estas piezas debido a un nuevo interés por su pura existencia, oculta por décadas de olvido y abandono tras un cambio en los gustos, los procedimientos docentes y en los materiales utilizados en la enseñanza. Ejemplo de este nuevo interés es que el año pasado la fundación Prada Milano contrató al mismísimo David Cronemberg para la realización de un cortometraje basado en la conversación entre la perspectiva contemporánea y las Venus anatómicas de la Specola florentina, de cuyo encargo vio la luz la pieza “Cuatro mujeres nunca amadas, a la deriva en un mar sin propósito, experimentan el éxtasis de la disección”
Está todo inventado
Nada nuevo bajo el sol suele decirse, y no le falta razón a esa máxima. Todos recordamos la polémica que hace 15 años -madre mía, 15 años ya- suscitó en Sevilla la exposición “Body Worlds” del Dr Van Hagens, que con su técnica de la plastinación ha logrado una suerte de “escultura del cuerpo humano”, -como la escultura ceroplástica anatómica, estética y científica-, pero realizada con cuerpos reales – tan reales como se observaban en los teatros de anatomía-, no sin polémica por parte del gran público -como las exhibiciones del XIX-, y no sin acusaciones de haber robado cuerpos de presos de la cárcel de Dalien durante su estancia en China – tal y como los resurreccionistas ingleses eran acusados hace siglos-.
Al Dr Van Hagens le han aplaudido por elevar la muerte a la categoría de arte, le han recriminado por mercadear con restos cadavéricos, le han alabado el desarrollo de una novedosa técnica de conservación (que sin duda tiene mucho que aportar a la ciencia), le han vilipendiado por profanador de cuerpos… digamos que su producción (artística o científica, cada uno que elija el adjetivo) ha hecho exactamente el mismo recorrido moral e intelectual que la humanidad lleva transitando desde las primeras disecciones griegas.
De vísceras y ceras
A estas alturas de la película me parece oportuno recalar en un texto platónico que viene de perlas en todo este mar de vísceras, ceras y modas. Resulta que en La República, Platón narra una anécdota muy esclarecedora sobre la bipolaridad a la que todos nos entregamos en alguna ocasión, como ante estos modelos anatómicos:
En la historia, “Leoncio subió al Pireo y allí encontró unos cadáveres junto al verdugo del pueblo. El deseo de Leoncio fue aproximarse para, así, verlos de cerca. No obstante, cuando intentó hacerlo, el repudio y la repugnancia le llenaron. De modo que entró en un debate interno para poder decidir qué hacer y llegar a un acuerdo entre esos deseos que se contrarían: uno de ellos, indomable; el otro, completamente dócil.”
Esa misma ambivalencia llena estas líneas y nuestras reflexiones después de surcar estas aguas entre la ciencia y el arte, la enfermedad y la salud, la vida y la muerte, la atracción y la repulsión, lo científico y lo lascivo, lo permitido y lo prohibido, el goce y la culpa, la educación y el entretenimiento, lo orgánico y lo inerte, la belleza y el horror… las vísceras y las ceras.