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Catalina de Ribera, noble, tozuda, almonera de éxito e impulsora del Hospital de las cinco llagas
A Catalina de Ribera y Mendoza le sorprendió la viudez en 1492, cuando, volviendo su marido de la campaña de la toma de Granada, falleció por causas olvidadas por el paso de los siglos en la ciudad de Antequera.
Todos los bienes del fallecido (tercer Adelantado mayor de Andalucía) iban a pasar a manos del sobrino de Catalina (ya que, por avatares familiares, su marido, Pedro Enríquez, había sido anteriormente su cuñado hasta que muriese su hermana Beatriz) y a los dos hijos que Catalina tuvo con él. La batalla por la distribución de la herencia estaba abierta… y menuda era Catalina
Este relío matrimonial, patrimonial y familiar que implicaba a dos de las casas más poderosas de Europa nos habla no sólo de bodas y viudedades tempranas, sino de un interés político, de una ligazón de dos de las familias más poderosas de su tiempo. Las dos casas debían mantenerse unidas, muriese quien muriese, ya que poco margen había en eta época para enamoramientos o cuentos de hadas.
El auge patrimonial de los Enríquez-Ribera y la astuta gestión de Catalina
Las familias castellanas del momento, colmadas de títulos y ordenes militares de nuevo cuño dadas por los Reyes Católicos, veían cómo en un territorio convulso, sus bienes se veían multiplicados por la adquisición del patrimonio confiscado por la Santa Inquisición a los falsos conversos que estaban a su vez situados en lo más alto de la sociedad civil. Abogados, prestamistas, oficiales y puestos públicos de las ciudades más punteras se veían destituidos y represaliados, mientras sus bienes eran acaparados en manos de unas pocas familias castellanas. El matrimonio entre los Enríquez y los Ribera no era una excepción y fueron adquiriendo propiedades en distintas collaciones de la ciudad de Sevilla a medida que estas se iban poniendo en el mercado, a precio de saldo… una autentica oportunidad que aprovecharon sin dudarlo, y construyeron y mejoraron Palacios como el de Dueñas, la Casa Pilatos, y se hicieron con innumerables campos en el entorno de la ciudad.
Catalina, que, según las fuentes históricas, estaba muy dotada para la estrategia familiar y la gestión del poder y los recursos, consiguió una partición justa de los bienes familiares para los tres herederos, y se mantuvo como gestora de los mismos durante todo el tiempo que pasó desde que enviudó hasta su muerte. De hecho, gestionó con gran empeño las almonas o jabonerías de Sevilla y Utrera, un negocio más que rentable ya que el producto que de ellas salían era exportado por toda Europa y alabado por su calidad.

Retrato de Catalina de Ribera según Andrés de Nadales en 1500 y retrato imaginado de la misma en la fuente que lleva su nombre en los Jardines de Murill
De las almonas salía el conocido jabón de castilla (jabón blanco de Triana en la época) que era un producto adorado en América, Inglaterra, Flandes… llegando a desbancar por calidad y precio a los productos jaboneros de Marsella Y Savona. Los aceites de los olivares del Aljarafe (que también eran propiedad de la Familia Enríquez Ribera) eran el secreto de la calidad del producto y la estratégica posición de Triana junto al Guadalquivir la clave para la expansión comercial de los jabones blancos que se producían en las naves que estuvieron en su día a la altura del número 24 de la Calle Castilla, lo que hasta hace poco más de cincuenta años conocían los vecinos como las cuevas del jabón.
Cerrando este paréntesis, y volviendo a la batalla por los derechos de herencia de sus hijos, Catalina no actuó sola. Su confesor y consejero, Fray Reginaldo Romero (el mismo fraile dominico que bautizó, confesó y perdonó a la Susona tras la traición de esta a su padre) movió en Roma todos los hilos que fueron necesarios para que el mayorazgo (el derecho hereditario de los bienes familiares legados por Pedro Enríquez al morir) se pudiera dividir a base de bulas papales entre los 3 hijos del fallecido.
Este empeño personal de Catalina y su feliz desenlace nos dan una idea del tipo de mujer del que se trataba, de hecho, la saga familiar de la que procedía Catalina era históricamente un compendio de mujeres decididas y seguramente testarudas que habían sido mecenas y promotoras de obras de arte, gestoras y escrupulosas vigilantes de los intereses familiares, en un uso propagandístico de su clase social enfocado en el prestigio del linaje, y en la promoción de obras religiosas, ambos conceptos -la familia y la fe- pilares de las virtudes que le eran exigidas a las mujeres nobles de su tiempo.
Imaginemos por un momento la situación de Catalina una vez conocida la noticia de la muerte de su marido, tiene un enorme patrimonio que gestionar y aumentar, y gracias a su privilegiada posición social se encuentra en la mejor de las circunstancias en que una persona podía encontrarse en su momento. Sin embargo, la situación de la ciudad en la que vive no es la misma. En esta época de la historia, las collaciones o barrios no estaban segregadas como conocemos hoy en día la segregación urbana. Todos aquellos que vivían intramuros compartían un mismo espacio, conviviendo palacios y casas humildes con conventos y edificios civiles.
En medio de las inquietudes propias de su situación, Catalina, no sabemos si azuzada por Fray Reginaldo, pero desde luego ayudada por él, decide que parte de los beneficios materiales que recibe de sus actividades comerciales han de ser reinvertidos en una actividad caritativa, que compense seguramente su estatus de privilegio en una sociedad menos afortunada que ella. Para la creación de esta institución benéfica, Catalina obtuvo una bula del papa Alejandro VI el 13 de marzo de 1500, que autorizaba la fundación del hospital y lo eximía de la jurisdicción ordinaria, dependiendo directamente de la Santa Sede y sin obligación de pagar diezmos a la iglesia.La
Amparo para Mujeres Libres en la Sevilla del Siglo XV
Puede, entonces, fundar su Hospital. El Hospital de las 5 plagas (tal y como aparece ne los documentos más antiguos) El Hospital de las 5 llagas, el Hospital de la Sangre, en las cercanías de la Calle Santiago, collación de Santa Catalina.
La collación de Santa Catalina, donde nuestra protagonista poseía varias casas, era un barrio poblado principalmente por viudas y mujeres solteras, recordemos que el proceso de toma de ciudades de Al-Andalus terminó justo el mismo año en que enviuda Catalina, numerosos hombres han muerto en las batallas, otros están dedicados a labores militares de control de las poblaciones ya tomadas… la población femenina se encontraba en una situación de vulnerabilidad apremiante sin la necesaria protección que en esta época sólo podía garantizar la figura de un marido.
Catalina decide fundar un Hospital dedicado en exclusiva al tratamiento de mujeres pobres con dolencias curables, haciendo hincapié en los documentos fundacionales que sólo se debían admitir para su tratamiento a mujeres libres, las esclavas quedaban fuera de su protección, ya que se entendía que su salud pertenecía a los correspondientes dueños. Tal era el grado de desvalimiento de las mujeres en esta época, que hasta las esclavas eran menos vulnerables. Es por ello que el Hospital de las Cinco Llagas admitía solo a mujeres sin recursos, mientras que las esclavas no eran consideradas para recibir tratamiento.
“E mando que en la dicha mi casa de la collación de Santiago se haga e funde un hospital de mugeres pobres enfermas, que no sean esclavas.”
Pero el proyecto sanador no quedaba sólo en la atención médica. Las pacientes que ingresaban en el Hospital eran tratadas inicialmente en sus dolencias, reestablecidas de sus miserias, y posteriormente eran preparadas para su futuro. El planteamiento de Catalina fue que las mujeres internas en su casa de salud vivieran, una vez sanadas, una transformación profunda de su situación, de manera que en sus muros recibían una formación específica para ser trabajadoras del mismo (ya fuera en la tahona, como asistente de los enfermos, lavanderas o cocineras… las ocupaciones eran infinitas), una formación que les permitiera trabajar en la ciudad, prepararse para profesar en alguno de los conventos de Sevilla, o que estuvieran capacitadas parta poder casarse. Dar recursos y salud al que no los tiene fue el motor de su concepto de la curación, sacar a las mujeres de su tiempo del peligro que su condición de mujer les suponía.
De la casa original, con un par de dormitorios, una cocina y una capilla que podían dar servicio a unas 140 internas, enseguida se vio que el proyecto necesitaba más espacio, para dar una atención mayor. Así de apremiante fue la situación que se vivía en esta Sevilla en transición. El nuevo proyecto, enseguida, empezó a rondar la cabeza de Catalina.
[Continuará…]